«No tengo ningún talento…»
A los 12 años, un joven llamado Noru había decidido entrenarse en la montaña tras ser rechazado por los centros de formación oficiales de la capital por “falta de talento”. Creía que, con suficiente trabajo y esfuerzo, algún día podría llegar a ser como los protagonistas que pueblan las historias de su infancia. Lleno de determinación, practicaba todos los días con su improvisada espada de madera, repitiendo sin cesar la única técnica de espada que conocía: «parar». Las horas se convirtieron en días, los días en meses y los meses en años. Al final, había entrenado esta habilidad hasta tal punto que podía romper mil ramas con ella. Sin embargo, no importa cuánto lo intentó, no pudo obtener el resultado deseado, no pudo aprender ninguna de las nuevas habilidades necesarias para convertirse en un verdadero aventurero. Quizás haya llegado el momento de dejar atrás su sueño. Pero no pudo. No todavía. Sabiendo esto, regresó nuevamente a la capital.
Este era un hombre de dedicación infinita, un hombre que usó esa dedicación para convertirse en uno de los más fuertes del mundo. El único problema es que aún no lo sabía.
